Esta semana he terminado de leer la novela “Amor sin fin”, que hemos comentado en la Tertulia abierta de Casa del Libro.
Entre las muchas cosas que explico en mis clases de Creación Literaria en la Universidad, planteo que la figura literaria de la comparación hay que trabajársela. Los escritores actuales apenas deben hacer ya metáforas porque los tonos poéticos están en desuso, pero les queda las comparaciones, y se pueden y deben trabajar. Cuando empecé a leer este libro me sorpredí gratamente con algunas comparaciones trabajadas, fuera de lo tópico, y empecé a subrayarlas. Os dejo aquí el listado de las más interesantes. Os parecerán muchas, pero no son tantas para un libro de 560 páginas. Estas son:
-Un destello de rojo traslúcido tan espectacular como la escoria.
-Mi corazón era como un barril rodando por un tramo de escaleras abajo.
-Mi mano os borró completamente de mi vista, y eso me maravilló, como cuando era niño y demostraba que la uña de mi dedo pulgar era más grande que la luna.
-Una radio portátil enorme desde la que el operador de la compañía graznaba y chillaba como un ganso electrónico.
-Llevaba alrededor del cuello uno de esos símbolo de la paz que venden en las esquinas, grande como un pomelo.
-Todos los días veía miles de caras. A veces la multitud resplandecía ante mí como el calor que se desprende de las autopistas y otras veces cada una de las caras era trascendental y nítida como esas multitudes de los antiguos grabados en acero en las que cada una de las caras está representada con todos sus detalles perfectos y apabullantes.
-Nuestras vidas pendían de manera tan abrupta, tan convulsa, que el mero hecho de seguir adelante era como una escena de riesgo de un rodeo.
-Dijo que sentía como el piloto de un caza al que han alcanzado por la cola: pérdida de altitud, cambios bruscos de dirección, el agudo silbido de la inminente fatalidad.
-Me sentía como un joven de una saga medieval metido en una batalla dialéctica con un mago.
-Quise pasarme la mano por la cara, como para apartar un enjambre de cachipollas [un tipo de insectos].
-Como un estanque helado cuyo grosor has calculado mal, mi compostura cedió bajo el peso de mis emociones y me sentí desamparado.
-Sentí su presencia flotando dentro de mí como la luz del sol en un bosque oscuro.
-Tampoco me estaba tratando como a un insecto acorazado que se hubiera encontrado debajo de una piedra.
-Se alzaba a través de mí como una burbuja subiendo por el vástago de una jeringuilla.
-Me levanté. Era como llevar puestas las gafas de otra persona con esos cristales gruesos que reflejan el arcoíris cuando les da el sol de lado.
-Mi conciencia era como las sombras que ve un hombre en la superficie del agua mientras se ahoga.
-Fue como hacerle el amor a una mariposa.
-Fue como cuando, absorto en tus pensamientos, agarras un objeto conocido y sientes su peso, su textura.
-Desde el día del incendio, lo único que quería del tiempo era que avanzara con rapidez y humildad, como una monja bajo la lluvia.
-Rodeado de hombres con trajes oscuros y ojos como tinteros.
-Dijo Ingrid con la voz de una madre que le enseña a su hijo un nido de gorriones recién nacidos.
-En el centro de su voz había suspendido un toque de incertidumbre, como una mancha en una gema.
-Le salía el acento sureño como esas setas maravillosas que brotan después de la lluvia.
-—Bueno —dijo Cage alargando la palabra, como si fuera el policía de un pueblo pequeño de la televisión, con esa enunciación lenta y larga de las amenazas toscas.
-Sentí el rocío de licor en el pelo, la cara, la camisa, y noté, tan vagamente como si fuera una película proyectada sobre un telón negro, que todo el mundo me estaba mirando.
-—Por favor —dije intentando estampar mi sello conforme se iban alejando de mí, como un niño que lanza piedras al mar.
-Casi siempre se dan cuenta, saben que quien tienen delante está pensando en cosas que no se pueden compartir, como si fuera el único mono que sabe dónde hay un estanque de agua dulce.
-De ser los que somos en privado pero sin parar, como esos niños que hemos conocido todos alguna vez que no dejaban de decir palabrotas y señalaban y contaban los secretos hasta en el colegio delante de sus padres.
-Me deshice de mi pasado y él se alejó de mí como un globo abierto.
-Tan torpes en articulados como inválidos que se han caído de la cama.
-Como un caballo que rompe la tranquera mi vida había empezado.
-Se quedó mirando al techo con la concentración de una niña que observa su vida reflejada en las nubes cambiantes.
-Se vuelven más desagradables y frenéticos, como una gallina corriendo por ahí con la cabeza cortada colgando.
-Mi respiración era tensa, como si hubiesen desaparecido los pasajes conocidos y los hubiese reemplazado con tubos brillantes de aluminio, completamente despejados, aunque demasiado pequeños.
-Parecía estar jugueteando con la imagen que tenía de ella, como los niños que se aburren de un programa mientras están viendo la tele a color y se ponen a manipular los mandos para que las caras se vean de color bermellón, azul real, naranja.
-Había algo salvaje y un poco cruel en su voz, como si fuera la voz de un preso fugado pidiendo agua.
-El placer rezumó dentro de mí como la miel de un tarro roto.
-Tenía la boca seca como una oblea.
-Tenía los ojos vidriosos, confusos, como alguien que ha inhalado humo.
-El silencio que había entre nosotros era problemático, peligroso: yacía hecho un ovillo como un gato dormido, grácil a su manera, pero propenso a la garra si se lo acariciaba sin delicadeza.
-Empecé a hundirme en la estática negrura del sueño, como alguien que va tambaleándose y se mete en una zanja.
-Nuestros cuerpos revoloteaban, como pájaros atrapados en una chimenea fría.
-Una idea desesperada, pero que pasó volando como si fuera algo arrastrado por una tormenta.
-Todos los celos que había estado evitando cayeron sobre mi como maletas del porta equipaje en un tren que frena demasiado rápido.
-Ella se dio la vuelta. Inexpresiva, como una foto de pasaporte.
-Parecía seria, desconsolada y atribulada, como un paramédico del ejército.
-Había una bolsa de aire caliente y húmedo en la segunda planta, como esas pequeñas galaxias cálidas con las que te topas en los lagos fríos.
-Sentí que algo se me tensionada por dentro, como si un médico me acabara de dar un diagnóstico fatal.
-Con el bolso agarrado como si fuese una pelota de rugby.
-Ella iba en ropa interior. Jadeaba y temblaba al mismo tiempo, como si estuviera corriendo bajo la lluvia helada.
Y un par de metáforas:
-Dejó caer la bata al suelo y yo me quedé atontado de esperanza.
-Estiró el cuerpo y se frotó los ojos con el dorso de la mano. Propaganda del sueño.