LOS TRES ACTOS EN LA ESTRUCTURA NARRATIVA SEGÚN ARISTÓTELES
Aristóteles escribió cerca de doscientos tratados sobre una gran variedad de temas. Entre ellos, dedicó uno a la Poética, lo que en cierta manera supuso uno de los primeros estudios sistemáticos sobre la forma en la que se cuentan las historias.
Para el gran filósofo todo relato se compone de unos elementos que deben actuar como un cuerpo único. Sólo cuando la trama, los personajes o la estructura se funden en un único ítem, la historia conecta de verdad con el público.
Aristóteles dividió la narración de toda historia en tres actos: el principio, el medio y el fin. Aunque en nuestra era, a esos tres actos los denominamos: "planteamiento", "nudo" y "desenlace", que siguen vigentes dos mil trescientos años después.
Primer acto - el planteamiento
El planteamiento de una narración suele corresponderse con la primera parte cronológica de una historia. Es la parte que permite al oyente "aterrizar" en el relato y decidir si quiere seguir escuchándolo.
En el primer acto de un relato se suele presentar al protagonista, a sus circunstancias iniciales -su contexto- y también todo aquello que anhela o aspira a lograr. Y se suelen encontrar dos elementos narrativos muy relevantes: son el "detonante" y el "punto de inflexión":
• El detonante es una circunstancia que provoca un cambio en las circunstancias iniciales del protagonista, o en su contexto, o bien algo que lleva a la historia a un nuevo nivel narrativo.
Por ejemplo: "La ciudad de Boredomville era un lugar apacible y tranquilo donde nunca sucedía nada. Pero entonces, de repente, algo extraño cayó del cielo con violencia. Hubo una explosión y todo
cambió."
• El punto de inflexión es el momento narrativo en el que el protagonista toma una decisión fundamental que afectará por completo a su vida a partir de ese momento. Supone la antesala del desafío al que el protagonista se somete-rá.
Por ejemplo: "Tras la catástrofe, John se pasó días enterrando cadáveres, buscando un poco de agua, alimentos y esperanzas entre los escombros. No tuvo éxito. Decidió abandonar la ciudad destruida y ponerse en camino hacia el Norte.
Después de haber conocido el planteamiento, el oyente o lector del relato ya debería tener suficientes motivos como para decidir prestar su atención. De lo contrario decidirá desconectar.
Segundo acto - el nudo
El hecho de que el protagonista decida ponerse en movimiento implica que van a suceder cosas. Preferiblemente, un montón de cosas interesantes.
Eso es justamente el nudo de la narración.
En él aparecen las dificultades, los obstáculos, los retos y los impedimentos. El viaje, las nuevas situaciones. Da igual si se trata de un viaje interior o exterior; a un punto cercano o a uno lejano.
Lo importante es que el protagonista se enfrenta a un entorno a menudo incómodo.
En el nudo también encontramos el conflicto. A veces se trata de un conflicto interno, propio del protagonista (una adicción, una herida, un trauma...). Pero también puede tratarse de un conflicto contra un antagonista externo. El antagonista también suele aparecer aquí.
En este segundo acto también aparecen unas tramas secundarias y un segundo punto de inflexión:
• Las tramas secundarias son acontecimientos que suceden paralelamente a la historia principal. Completan y enriquecen el relato. Pueden ser muchas o pocas. Pueden tener mucho o poco que ver con la principal. Pero suceden y tienen su importancia. Muchas veces el interés de una buena historia se debe a la riqueza de las tramas secundarias en relación con la principal.
Por ejemplo, en la trilogía de "El señor de los anillos". las desventuras de Aragorn (Viggo Mortensen, en el cine) son una trama secundaria en relación con la historia principal protagonizada por Frodo Bolsón (Elijah Wood, en el cine).
• El segundo punto de inflexión: después haber sufrido todas las dificultades y oposiciones, el protagonista se desconcierta tras una fuerte tensión narrativa. Muchas veces quiere dejarlo y volver a su casa. Justo en ese momento debe tomar una nueva decisión: "¿Seguir?", "¿abandonar?". Esa es la segunda inflexión. Y es la que va a dar paso al tercer acto.
Siguiendo con el ejemplo: la trilogía de Tolkien está repleta de puntos de inflexión secundarios, terciarios cuaternarios... Cada vez que Bilbo se siente tentado a abandonar, se crea una
tensión que atrae la atención (y la curiosidad) del lector.
Tercer acto: el desenlace
El tercer acto es donde la narración concluye. Es la parte del relato en la que por fin se averigua si el protagonista logra materializar su meta o no. En ese punto exacto, en donde el oyente se formula la pregunta: "¿Lo logra o no lo logra?", encontramos otra figura literaria: el clímax narrativo.
El clímax es el punto álgido en el relato. De hecho, es el punto de máxima tensión dramática. El clímax es el momento último en la resolución del desafío al que el protagonista se enfrenta.
El clímax se puede comparar con el postre de una buena cena. Si está a la altura de todo lo anterior, la experiencia es inolvidable. Sin embargo, un mal postre puede hacer que el recuerdo de la cena sea malo. Igualmente, las buenas historias pueden fallar por tener un clímax decepcionante. Así que el clímax debe poder responder a todas las expectativas generadas durante el relato previo.