LAS 8 LEYES INMUTABLES DEL GUION DE CINE, SEGÚN EL GUIONISTA Y PROFESOR BLAKE SNYDER
Primera ley. Salva al gato. Conexión inicial con el protagonista.
Salvar al gato no significa literalmente rescatar a un gato a un árbol, sino mostrar una acción concreta que haga que el público conecte emocionalmente con el protagonista desde el comienzo de la historia. Es decir, tiene que hacer algo que nos diga: “Vale la pena seguir a esta persona durante dos horas”. Este momento puede ser valiente, noble, gracioso, entrañable, ingenioso o simplemente humano. No tiene que ser perfecto ni heroico, pero sí cercano, representable o admirable de alguna forma. Funciona porque el cine es emocional, no lógico. Necesitamos querer que el protagonista gane incluso si no estamos de acuerdo con sus métodos. Si el guion se toma un momento para construir esa conexión, todo lo que venga después tendrá más peso. Y si no, corremos el riesgo de que el espectador se desconecte. Blake Snyder subraya que incluso los personajes moralmente grises necesitan este momento. El Salvar al gato se puede adaptar para mostrar vulnerabilidad, carisma o incluso una lógica torcida pero coherente. Esa acción compasiva y valiente nos gana y queremos que venza.
No se trata de mostrar que tu personaje es bueno, sino de darle una acción significativa que nos revele quién es y nos haga querer ver qué le pasa. Puede ser un gesto pequeño, una decisión moral, o incluso una contradicción interesante. El punto es hacer que nos importe.
Segunda ley. El papa en la piscina. Exposición dinámica.
Este es un truco más que una ley. Trata sobre cómo presentar la exposición, es decir, toda la información de fondo que el público necesita para entender la historia. Quién es quién, dónde estamos, qué ha pasado antes. El problema es que si la exposición se presenta de forma aburrida, el espectador desconecta. Por eso, Blake Snyder dice que la clave es hacer que la exposición ocurra mientras pasa algo visual o interesante. La idea es esta, si vas a dar datos, hazlo mientras el espectador o el lector está entretenido por otra cosa. Snyder la llama así por una anécdota que leyó sobre un guion real de la serie de televisión The Young Pope creada y dirigida por Paolo Sorrentino. El guion tenía una escena donde un personaje explicaba una gran cantidad de información histórica y política sobre la iglesia, el Vaticano, y amenazas internacionales. Todo eso podía haber sido un monólogo tedioso, pero no lo fue. ¿Por qué? Porque mientras el personaje daba toda esta exposición, el papa estaba nadando en una piscina. La imagen es tan sorprendente e inusual, el papa nadando mientras un cardenal le da una descripción de los elementos clave sobre seguridad, que el espectador se mantiene atento. No porque la exposición en sí sea fascinante, sino porque la situación lo es. Ese contraste hace que la escena funcione, y eso es exactamente lo que esta ley busca, usar una acción llamativa para camuflar la información. Funciona porque en el cine el cómo importa tanto como el qué. Podemos aceptar toneladas de información, siempre que no parezca que nos están dando una lección. Si mientras nos explican algo, estamos viendo una pelea, una persecución, una escena de comedia o algo inusual, nuestro cerebro absorbe la información sin aburrirse.
Cada vez que tengas que explicar algo, piensa en cómo hacerlo dinámico, visual o irónico. Que los personajes estén en movimiento, o en tensión, o en una situación insólita. Como diría Snyder, pon al papa en la piscina.
Tercera ley. Una pieza de magia por película. Una sola licencia fantástica.
El público sólo puede aceptar una idea extraordinaria o fantástica por historia. Es decir, si vas a pedirle que suspenda la incredulidad, hazlo sólo una vez, y que esa magia sea clara, consistente, y esté bien explicada. Esta ley se aplica tanto a la ciencia ficción como a las comedias, los thrillers, dramas sobrenaturales, etcétera. El concepto fantástico puede ser un viaje en el tiempo, una inteligencia artificial que toma conciencia, alguien que cambia de cuerpo, un hombre que habla con animales, un asesino que revive una y otra vez, una maldición antigua... Lo importante es que sólo haya una de estas grandes ideas por historia. Si sumas varias, el espectador puede confundirse o desconectarse porque ya no sabe en qué reglas debe creer.
Snyder la llama una pieza de magia por película, porque en el corazón de muchas buenas historias hay un solo giro imposible, un elemento irreal que cambia el mundo ordinario del personaje. Esa pieza de magia es lo que hace que la historia sea especial, pero sólo funciona si se mantiene como la excepción, no como la norma. Cuanta más magia metas, más explicaciones necesitas, y cuanto más tengas que explicar, más se enfría el vínculo emocional con el público. La historia se vuelve cerebral, no visceral.
¿Se puede romper esta ley y que funcione? Sí, pero es muy difícil. Para romper esta regla con éxito, necesitas que el público ya confíe en tu universo o en tu tono narrativo. Hay dos formas en las que se puede romper. Con mundos serializados, como el universo cinematográfico de Marvel, al tratarse de franquicias con múltiples películas, el público ya conoce y acepta muchas piezas de magia. El problema surge cuando una sola película intenta meter varias sin preparación. Cuando introducís demasiadas ideas fantásticas, ninguna se siente importante. La magia no brilla cuando hay demasiados trucos en el escenario.
Cuarta ley. Laying pipe o instalando tuberías. Preparación narrativa invisible.
Significa preparar de forma invisible los elementos narrativos que luego serán relevantes. Como instalar tuberías bajo tierra: no se ven, pero permiten que la historia fluya. Si se hace mal, los giros parecen forzados o inverosímiles. O sea, se refiere a la acción de preparar los elementos narrativos que serán importantes más adelante. Es decir, establecer personajes, relaciones, objetos, motivaciones, o información que todavía no son relevantes. Pero más adelante serán clave para que la historia funcione. Es como colocar cañerías, o sea, pipes, invisibles bajo tierra antes de empezar a construir una casa. Nadie las ve, pero sin ellas, el agua no corre y la casa no funciona. En el guion, si no desplegaste bien las tuberías, los giros futuros parecerán forzados, inverosímiles, o sacados de la galera. En el cine es una metáfora. Es una metáfora. Estás instalando conexiones que aún no se ven, pero que luego van a permitir que la historia fluya. Lo importante es que el espectador no se dé cuenta de que le estás instalando tuberías. Si se vuelve obvio que una escena solo existe para dejar información, entonces la narración pierde ritmo. Y si no pones esas tuberías, los giros más adelante se sienten falsos o sin sentido. Funciona porque las buenas historias no improvisan, construyen causas para justificar sus efectos. Cuando un personaje toma una decisión, cambia de actitud, o resuelve un conflicto, el espectador debe sentir que todo tenía una lógica previa. Esa lógica es lo que el guionista sembró sin que lo notemos.
Quinta ley. Black Velvet o mucho mazapán. Variedad tonal y emocional.
Esta ley trata sobre el exceso de elementos similares dentro de una historia. Cuando un guionista repite el mismo sabor, tono, tipo de escena, emoción o conflicto una y otra vez, el resultado se vuelve empalagoso, como un postre demasiado dulce. El espectador se cansa, se satura, desconecta. No importa cuán buena sea una escena, si todas son parecidas, se anulan entre sí. Snyder le da dos nombres a esta ley, pero los dos significan lo mismo. Black Velvet es una metáfora culinaria. Es una tarta de chocolate muy densa y cremosa. Si te sirven una porción pequeña, es deliciosa. Pero si te dan seis porciones seguidas, acabas empachado. En español se traduciría como “mucho mazapán”. Un dulce rico, pero pesado. En exceso, abruma.
Una historia tiene que tener variedad de texturas narrativas. Si todo es drama, o todo es comedia, o todo es romance, o todo es tristeza, el efecto se diluye.
El público no quiere solo acción, o solo tristeza, o solo drama. Quiere una experiencia completa. Un buen guion sabe cuándo dar, cuándo pausar y cuándo respirar. Si todo es Black Velvet, al final no saboreas nada.
Sexta ley. Cuidado con el glaciar. Amenaza inmediata y tangible.
Esta ley critica una trampa narrativa común en los thrillers, películas de catástrofes o cintas de suspenso. El peligro que avanza lentamente. Es una amenaza que teóricamente se acerca, pero no parece hacer nada concreto durante gran parte de la película. Snyder lo llama el glaciar porque es un enemigo que avanza muy, muy, muy lento. Y eso mata la atención. El público no teme a lo que se le promete, sino a lo que ve. Si me decís que un volcán está por hacer erupción o que un virus mortal está por llegar a mi ciudad, eso solo no nos sirve, no funciona. Necesito ver consecuencias. Necesito ver gente afectada, ciudades colapsando, decisiones morales difíciles, impactos reales en los personajes. La amenaza debe sentirse urgente, inevitable y cercana.
El público necesita urgencia, consecuencias visibles y personajes afectados ya mismo. No prometas el apocalipsis, muéstralo.
Séptima ley. El Arco de la Alianza. (En inglés, The Covenant of the Arc). Transformación del personaje.
Es un juego de palabras entre el Arca de la Alianza, como en Indiana Jones, y el Arco del personaje, que resume una idea poderosa. Toda historia vale la pena ser contada si los personajes cambian. Snyder dice que una historia es como un poema, una experiencia transformadora que deja a los personajes, y al espectador, distintos de cómo comenzaron. El Arco no es un adorno, es el corazón del viaje. El Arco es el recorrido emocional, psicológico o moral que hace un personaje desde el inicio, pasando por los conflictos, hasta su resolución. Alguien cobarde aprende a ser valiente. Alguien egoísta descubre la empatía. Alguien ingenuo aprende a madurar. Este cambio puede ser positivo o negativo, pero tiene que ser claro y tener peso emocional. Snyder también aclara que los únicos que nunca cambian son los villanos, porque su función es servir como obstáculo o contraste, no como ejemplo de evolución.
No se trata solo de romance, por ejemplo, se trata de transformación. La historia vale la pena ser contada porque los personajes terminan distintos de cómo empezaron, y eso, en el fondo, es lo que nos conmueve.
Toda película deja una marca porque vemos vivir a alguien algo transformador, y en ese espejo nos sentimos invitados a cambiar también. Sin un arco, no hay una alianza emocional con el público, y sin eso no hay una historia que valga la pena.
Octava ley. No metas a la prensa. Mantener la ilusión narrativa.
Más que una ley es un consejo que le dio Spielberg a Snyder: nunca metas periodistas ni noticieros en historias fantásticas, porque destruyen la magia. Y aunque suena radical, tiene mucho sentido narrativo. En una película de ficción, especialmente cuando hay elementos fantásticos, la presencia de periodistas, noticieros o cobertura masiva puede romper el hechizo que la historia está tratando de construir. El cine es un acto de suspensión de la incredulidad. Cuando metes cámaras, micrófonos y reporteros en escena, le recuerdas al espectador que lo que está pasando debería estar en CNN. Y no lo está. Entonces el público empieza a preguntarse ¿Dónde está el gobierno? ¿Por qué no hay militares? ¿Por qué no está todo el mundo hablando de esto? Y con eso la premisa se desmorona.
En la película Señales, de Shyamalan, por ejemplo, una historia sobre la fe, la familia e invasión extraterrestre, al principio funciona. Todo se siente misterioso, contenido, amenazante. Pero a medida que avanza la película, empiezan a aparecer clips de noticieros, periodistas en todos los rincones del planeta y cámaras grabando ovnis. ¿El resultado? La historia pierde foco. De ser una amenaza íntima, pasa a parecer una catástrofe mundial mal cubierta. La tensión se diluye. Ya no estamos con los personajes. Estamos viendo televisión con ellos. Y eso rompe la inmersión.
Las leyes que recopiló Snyder no son fórmulas mágicas, pero sí recordatorios de cómo conectar con el público de forma efectiva. Cuando una película las ignora, algo se rompe: el ritmo, la empatía o la tensión. Cuando las respetan, no importa si es una comedia, un drama o ciencia ficción, sentimos que la historia funciona.
Resumen:
-Haz que el público conecte emocionalmente con el protagonista desde el inicio.
-Disfraza la exposición con acción o imágenes llamativas.
-Solo una gran idea fantástica por historia, clara y coherente.
-Prepara elementos narrativos futuros sin frenar la acción.
-Evita el exceso de un mismo tono o emoción; busca variedad.
-La amenaza debe sentirse inmediata, no lejana ni lenta.
-La historia vale si los personajes cambian; sin arco no hay emoción.
-La cobertura mediática rompe la magia y la inmersión.